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Malas palabras no son buenas intenciones junio 30, 2007

Posted by elobservador in Contenido multimedia, Poemas y reflexiones.
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Insultar, según el Diccionario académico, es «Ofender a uno provocándolo e irritándolo con palabras o acciones», y aunque puede que alguien diga en alguna ocasión «Su comportamiento era insultante», el insulto por antonomasia es el verbal. Insultar es un acto de habla, es decir, según la caracterización de Austin (Doing Things With Words), el insulto es una de esas palabras que hacen cosas, como la promesa, la orden, la maldición… ¿Y qué es lo que hace? Como hemos visto, molestar en gran manera al receptor.

El insulto arquetípico es la asignación por parte del hablante de una calificación negativa al oyente. Una lingüística del insulto debería considerar qué sentidos son los más susceptibles de constituirlo: diagnósticos psiquiátricos («imbécil, idiota»), atribución de determinados comportamientos sexuales («maricón, puta») o sociales («ladrón») que al emisor no le gustan (aunque quizás a otro sí). El sentido negativo se puede enunciar directamente («asesino», para insultar a un médico), o a través de expresiones que lo implican de forma simple («cerdo», para sugerir que alguien tiene un comportamiento bajo), o a veces francamente retorcida («pierdes aceite», para decir «maricón»). En todos estos casos, el sentido se atribuye en la mayoría de los casos no sólo aunque sea falsa su aplicación sino porque es falsa.

De todas formas, no cualquier comportamiento sexual socialmente marcado como desviado, ni social considerado reprobable es materia de insulto. No hay insultos (que yo sepa) relacionados con la pederastia o la zoofilia, por más que sean comportamientos reprobados. Por otra parte, para insultar se utilizan la mayor parte de las veces palabras especializadas: «cenutrio, mentecato…» se usan hoy únicamente como insulto. Sustituir la palabra especializada por un sinónimo culto normalmente hace perder a la expresión su carácter de insulto (aunque puede que no las ganas de molestar): «¡Persona de poco IQ!» o «Su madre de usted fue una meretriz» no constituyen un «insulto». (Otro tanto ocurre con el terreno próximo y a veces solapado del taco o expletivo: nadie dice «¡Fornicar!» cuando se pilla el dedo con un cajón).

Un tipo diferente de insulto es aquel en el que se lanza un contenido cierto. A veces, basta la situación y un cierto tono para que una palabra normal se transforme en insulto, como el «¡Taxista!» propinado a uno de ellos en medio del tráfico madrileño. Otras veces lo que se arroja es la versión despectiva o reforzada negativamente de un calificativo: «Tía loro» (a una mujer fea), «Negro de mierda»… Es la forma típica que adopta el insulto racista o sexista, y fijémonos en que sigue el esquema arquetípico de atribuir comportamientos considerados reprobables, con dos diferencias: que lo que aquí se reprueba no es una práctica, sino la pertenencia a un grupo social o sexual, y que la atribución puede ser cierta (aunque se haga en forma ofensiva).

También constituye insulto la sugerencia de que el receptor de la expresión realice (o se realicen sobre él) determinadas acciones. Éstas pueden entrañar para el insultado los sentidos negativos que hemos visto («vete a tomar por culo, vete a la mierda») o no («que te zurzan…»). Este tercer tipo de insulto sitúa, podríamos decir que mágicamente, al receptor realizando acciones que le colocan en un campo reprobable (convirtiéndole en un sodomita, en un cerdo, etc.).

Una lexicografía del insulto estudiaría las constelaciones de expresiones que le pueden rodear, normalmente para amplificarlo («más puta que las gallinas»). Además, reconocería una gradación a través de usos léxicos, acumulación de expletivos, o creación de nuevas expresiones. Por ejemplo, el insulto genérico «tienes poca inteligencia» presentaría la siguiente gradación: «tonto, idiota, tonto del culo, jilipollas, jilipollas perdido». Asímismo, señalaría que el primer miembro es aceptable (aunque «familiar»), el segundo tal vez «vulgar» y el resto serían «tabú». Estudiaría tanto los eufemismos y reducciones («vete a la porra», o «…tu madre»), como las amplificaciones (la argentina «¡La reputísima madre que te recontra mil parió!»). Igualmente, recogería determinadas formas típicas, debidas a la pronunciación relajada o alterada por la situación emocional: «tonto’l culo; hijo-puta» (con la elisión de la d intervocálica y posterior simplificación del grupo vocálico).

Original en http://jamillan.com/insultos.htm

Y ahora, despues de este baño de cultura en torno a algo… por asi decirlo «serio y no serio», pueden revisar este video donde se demuestra un uso muy práctico del insulto en la sociedad chilena. Es un tema serio porque pasa a traves del contacto diario entre seres humanos y es no serio cuando se desean repetir lo que dice la dama en el video antecitado… aunque el deseo de liberar rabias y tensiones es inversamente proporcional a la paciencia.

Comentarios»

1. Natalia Montecinos - julio 11, 2007

Pues te cuento que el peor, pero el peor insulto que me han dicho jamás en la vida y que es el que mas me ha dolido, no fue ni «puta» ni «caura culiá» ni «weona conchetumadre», sino que una vez un estupido seudo amigo muy pretencioso (dejo de ser seudo-amigo en el momento exacto en que termino de pronunciar aquellas malhadadas palabras) fue que estábamos conversando acerca de literatura y el como buen snob me dijo a proposito de mi mayor aficon en toda la vida «y tu, de que te las das de tan literata, si sólo eres una vulgar PASAPAGINAS» ¡¡¡PASAPAGINAS!! ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hasta el dia de hoy me retuerce todo cuando lo recuerdo. Es obvio que después de todo eso, jamás le volví a dirigir la palabra. Me dolió hasta el alma, y el si que era un vulgarísimo raton de bibilioteca que con suerte conocía a la Marcela Serrano y a la Diamela Eltit (a ambas las odio).
Saludos desde la Araucanía.

2. esmeralda - octubre 6, 2009

puta nesesito saber que significa conchetumare en el diccionario academico osino estoy muerta


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